lunes, 20 de febrero de 2012

Hoy he vuelto, y lo único que me apetece es rodearme de miles de discos.

A veces me gustaría lanzarme al vacío de las vías, ¿a tí no? El suave ronroneo de los vagones del metro es un imán para mis perdidas pisadas... Deseo tanto sumirme en el mundo de la música que cada canción que escucho me vuelve un poco más loco, un poco más necesitado de tí, dependiente de tu aroma y de tus acciones incorrectas y prohibidas. No puedo con el mono, es que es jodidamente fuerte; necesito un chute más de la vida que me das. Soy un enfermo al que sólo se le puede curar con acordes, notas y coros... Enfermedad maldita, ni me matas ni me dejas vivir.

¿Por qué no me dejas continuar? Maldito el día en el que acepté venderme a tus palabras y a tus puentes de acordes, de esos que sólo unos pocos saben rehuir; maldito el día en el que me enchufé a tu eléctrica heroína, maldito el mundo que no puedo ver si tú no estás conmigo, maldito todo lo que no tocas y yo piso, maldito yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario